viernes, 1 de noviembre de 2013

¿DÓNDE ESTÁN MIS AMIGOS?

Después del accidente, todo cambió radicalmente. Hubo una ruptura total con la vida anterior a todos los niveles. En el plano personal, la familia más allegada es la que sirve de apoyo, de sustento emocional. Pero como también sufren mucho, a veces no saben aceptar la nueva situación, y tal vez consienten demasiado y se compadecen. Las que creías que eran tus amigas más cercanas te visitan unas pocas veces al principio y descubres que sólo te querían para vivir lo bueno, salir de fiesta, bailar, hablar de chicos, practicar deporte... Aunque también aparecen las primeras sorpresas, cuando descubres amistades que creías olvidadas.
En el plano sentimental, de repente, te das cuenta de que la persona que te acompañaba no te comprende y no se corresponde en absoluto con la idea que tienes de amor y admiración. Parece que cuando sufres un trauma, las personas desaparecen, pero ¿por qué? ¿Será que ya no saben cómo tratarnos porque no somos las de antes? ¿Porque perdimos la identidad? ¿Porque siendo las mismas por dentro somos distintas por fuera y eso nos hace distintas sin más? ¿Será que nosotras también estamos estigmatizándonos o nos estigmatiza la sociedad? 
En el plano académico, antes era una chica que me dedicaba a estudiar -último curso de Licenciatura- en una ciudad distinta a la del domicilio familiar, y después del accidente ni me planteé volver a las clases, porque lo único que pretendía era mejorar mi aspecto. En una primera etapa no era autónoma porque necesitaba a alguien continuamente para moverme. En mi caso, esa persona era mi madre. ¡Qué sería de nosotros sin los padres! 


Pero siempre hay un resquicio por el que se cuela la esperanza, una oportunidad para hacer que se cumpla nuestra voluntad, en la que nuestra actitud es primordial. Nunca olvidaré a aquella compañera de la Facultad que se encargó personalmente de remitirme todas las semanas por correo ordinario los apuntes de todas las asignaturas. Al principio –lo reconozco- se acumularon en los rincones porque los estudios no eran mi preocupación por entonces. Después, una llamada de un profesor que me animó a continuar despertó nuevamente en mí la curiosidad. Pero lo que realmente propició que retomase el último curso de la licenciatura fue el hecho de que mi cirujano plástico de entonces me dijera: “O apruebas la mitad en junio, o no te opero. Yo no pierdo nada. Tú sabrás”. Estas palabras se repetían en mi memoria como un eco y fueron las que provocaron que empezara a preparar algunas asignaturas para la convocatoria de junio.
Me parece que cualquier persona que haya sufrido un trauma emocional, del tipo que sea, debe tener una vía de escape, una puerta de salida para escapar de las emociones, de las experiencias y reconstruir el futuro, para algunos será la música, la literatura, para otros el deporte. Creo que la autocompasión y la apatía deben ser ahuyentadas y se debe buscar un algo que nos motive y nos ayude. Porque si no nos ayudamos nosotros, ¿quién lo va a hacer?