Después del accidente, todo cambió radicalmente. Hubo una ruptura
total con la vida anterior a todos los niveles. En el plano personal,
la familia más allegada es la que sirve de apoyo, de sustento
emocional. Pero como también sufren mucho, a veces no saben aceptar
la nueva situación, y tal vez consienten demasiado y se compadecen.
Las que creías que eran tus amigas más cercanas te visitan unas
pocas veces al principio y descubres que sólo te querían para vivir
lo bueno, salir de fiesta, bailar, hablar de chicos, practicar
deporte... Aunque también aparecen las primeras sorpresas, cuando
descubres amistades que creías olvidadas.
En el plano sentimental, de repente, te das cuenta de que la persona
que te acompañaba no te comprende y no se corresponde en absoluto
con la idea que tienes de amor y admiración. Parece que cuando
sufres un trauma, las personas desaparecen, pero ¿por qué? ¿Será
que ya no saben cómo tratarnos porque no somos las de antes? ¿Porque
perdimos la identidad? ¿Porque siendo las mismas por dentro somos
distintas por fuera y eso nos hace distintas sin más? ¿Será que
nosotras también estamos estigmatizándonos o nos estigmatiza la
sociedad?
En el plano académico, antes era una chica que me dedicaba a
estudiar -último curso de Licenciatura- en una ciudad distinta a la
del domicilio familiar, y después del accidente ni me planteé
volver a las clases, porque lo único que pretendía era mejorar mi
aspecto. En una primera etapa no era autónoma porque necesitaba a
alguien continuamente para moverme. En mi caso, esa persona era mi
madre. ¡Qué sería de nosotros sin los padres!
Pero siempre hay un resquicio por el que se cuela la esperanza, una
oportunidad para hacer que se cumpla nuestra voluntad, en la que
nuestra actitud es primordial. Nunca olvidaré a aquella compañera
de la Facultad que se encargó personalmente de remitirme todas las
semanas por correo ordinario los apuntes de todas las asignaturas. Al
principio –lo reconozco- se acumularon en los rincones porque los
estudios no eran mi preocupación por entonces. Después, una llamada
de un profesor que me animó a continuar despertó nuevamente en mí
la curiosidad. Pero lo que realmente propició que retomase el último
curso de la licenciatura fue el hecho de que mi cirujano plástico de
entonces me dijera: “O apruebas la mitad en junio, o no te opero.
Yo no pierdo nada. Tú sabrás”. Estas palabras se repetían en mi
memoria como un eco y fueron las que provocaron que empezara a
preparar algunas asignaturas para la convocatoria de junio.
Me parece que cualquier persona que haya sufrido un trauma emocional,
del tipo que sea, debe tener una vía de escape, una puerta de salida
para escapar de las emociones, de las experiencias y reconstruir el
futuro, para algunos será la música, la literatura, para otros el
deporte. Creo que la autocompasión y la apatía deben ser
ahuyentadas y se debe buscar un algo que nos motive y nos ayude.
Porque si no nos ayudamos nosotros, ¿quién lo va a hacer?
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