Voy a contar un poco de mi experiencia personal. Tras
sufrir el accidente de tráfico, las primeras cirugías de más de 12
horas de operación, las visitas en el HUCA (Hospital Universitario
Central de Asturias) de mis seres queridos, llega el momento
dramático de enfrentarse al espejo, de cuestionarse “¿por qué
yo?” e intentar asimilar ese nuevo rostro, tan deforme y repugnante
como desconocido a la vez. ¿Qué hacer cuando un doctor que te
operó, y que se refiere a ti como "La Frankenstein", te
dice que ya no se puede hacer nada más, que lo único que queda es
darme el alta hospitalaria y buscar “un cirujano plástico en las
páginas amarillas, para ver si se puede hacer algo”, pero te
reconoce que es un proceso a muy largo plazo? Para una chica de 21
años es muy difícil asimilar que nadie sepa darte respuestas, que
todo te lo tienes que buscar tú si quieres mejorar, y si no,
renunciar a todo y quedarte como estás.
Después, de vuelta en el domicilio, quedan jornadas
enteras mirándose en el espejo para ver si se advierte alguna
evolución en las heridas. Aunque cada cinco minutos me pusiera el
ungüento dispensado en el almacén del HUCA, nada rebajaba las
numerosas marcas -de todos los colores y texturas- ni reducía el
dolor. Esa etapa duró dos años, dos años en que mi vida se reducía
a una habitación y al salón de la casa. Durante este largo tiempo
me quedaba en el sofá con un espejo de mano entre las dobleces del
respaldo, y lo cogía constantemente para examinarme la cara y echar
crema en las cicatrices, esperando que mejorara algo el color.
Solamente salía para realizar los exámenes del último curso de
carrera o las operaciones de cirugía plástica y maxilofacial y el
seguimiento postquirúrgico de las mismas. Aunque los médicos me
decían “hay que esperar”, “todavía está reciente”, “entre
operación y operación hay que esperar un mínimo de seis meses”...,
en mí permanecía siempre la misma constante: aguardar a que llegara
el momento de la próxima cirugía y aferrarme a la idea de que todo
iba a mejorar de ese modo.
Hasta que llegó el día en que me prometí que tenía
que cambiar la actitud, que debía hacer algo por mí, porque no
podía centrar mi vida en esperar a que se fijara la próxima
operación –que nunca acababa de llegar-. En esos momentos la
noción de tiempo es algo ajeno, nada concreto ni certero. Ese día
fui al Instituto de Educación Secundaria de mi localidad y pregunté
por los Ciclos Formativos de Grado Superior que se ofertaban allí y
me matriculé en el de Administración y Finanzas y, a la vez, me
matriculé en el primer curso de Doctorado, aunque la asistencia a
las clases no fuera continua al tener que acompasarlo con las
distintas operaciones. Pero esta decisión fue muy importante, porque
aunque me estaba exigiendo mucho, esto permitió que el tiempo
avanzara un poco más rápido -claro está, subjetivamente-.
Un apoyo fundamental en estos casos es la figura de un
psicólogo. Lamentablemente, sobre esto no puedo decir nada, ya que
yo no acudí a ninguna ayuda profesional. Estuve bastante tiempo
encerrada en casa. Habría sido muy importante contar con un
psicólogo, habría sido un apoyo más, porque guardan el
distanciamiento justo y porque hoy sé que te ayudan a afrontar la
nueva etapa, las limitaciones, la crisis existencial...
Las personas tenemos la desgracia de ver la fachada de las otras y lo mas importante es el interior
ResponderEliminarNo olvido la primera vez que te fui a visitar a tu casa lo que mas me impresiono fue tu sonrisa y fortaleza
Como tu dices un psicólogo te ayuda mucho yo puedo decir que en mi caso fue un gran apoyo
Pero todo pasa solo se necesita tiempo
Un beso enorme guapisimaa
Gracias anónimo. Creo que hay distintas fases a lo largo de todo el proceso. Es necesario contarlo a los demás para ayudar a la gente que haya pasado, esté pasando o vaya a pasar por este tipo de traumas y para los familiares, médicos y sociedad en general.
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