lunes, 14 de octubre de 2013

HIJOS DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Es básico ser consciente de que el concepto de belleza o fealdad es diferente según la cultura de que se trate, pues es la cultura la que nos enseña, entre otras cosas, qué es lo bello y lo feo.
Los expertos aseguran que la imagen corporal comienza en la infancia. En una educación temprana, los niños de edad preescolar se van formando una idealización física de cómo se ha de ser para tener éxito. ¡Quién no recuerda los cuentos de Cenicienta o Blancanieves que nos describen a las buenas más guapas que las malas! 


También la familia nos enseña, desde muy pequeños, qué es lo bello, qué no lo es, a quién nos parecemos, o qué consideración estética o atractivo tiene una persona. Algunos autores explican que los niños desarrollan muy pronto preferencias por determinadas apariencias físicas y formulan juicios más negativos sobre personas con un físico diferente, “no aceptable” socialmente.
¡Y cómo no, las amistades! Junto a los anteriores, asumen e imitan los modelos sociales impuestos, por un lado, y pueden amplificar los defectos de una persona, por otro. Sufrir burlas o ser criticado en el círculo de amistades por la apariencia tendrá una influencia enorme en el desarrollo de una persona.
Todo ello, unido a la presión cultural que se ejerce desde los medios de comunicación (no hay más que fijarse en los anuncios de televisión, revistas...) magnifica la importancia sociocultural del atractivo, que sólo promete la felicidad y el triunfo a personas esbeltas, perfectas, populares, deseables, sin defectos, estigmas o amputaciones.
Pero ¿qué sucede a las personas que naciendo “normales” y viviendo en una sociedad que les calificaría como “aceptables” físicamente, se transforman en “bichos raros”, en “monstruos” por un suceso o trauma del tipo que sea? ¿Qué pasa cuando un día te despiertas y ves que el espejo devuelve un rostro que no se corresponde con la imagen mental que uno se representa de sí mismo?
A pesar de que vivimos sumergidos en la misma cultura no todos nos vemos afectados de la misma manera. Personas que hemos pasado por situaciones tan trascendentales necesitamos ser entendidos en los círculos más cercanos (familia, amigos), pues nuestras actitudes y emociones pasarán por distintas fases hasta la asimilación de ese nuevo “yo”. También es justo que se describa detalladamente este proceso desde otras disciplinas como la medicina, la psicología, la antropología, etc... El choque entre el “ser” de antes del suceso y el “estar” de después exige un volver a nacer en una sociedad compleja donde se pueda pasar inadvertido.
Y quizá también los traumatizados debemos resetear, olvidarnos de quiénes éramos antes, y centrarnos en lo que podemos ser ahora, apreciar que la comprensión y la empatía que, a veces, reclamamos de la sociedad deben ser retroalimentadas desde todas las posturas. Es necesario por nuestra parte un feed-back que pueda ayudar a recomponer las vidas. Es posible un volver a empezar que se construya, fundamentalmente, desde la educación, el respeto y la tolerancia, donde la apariencia y las marcas sean tan inapreciables para todos como el reflejo de un espejo completamente opaco, porque, la mayoría de las veces, la cara no es el espejo del alma.

4 comentarios:

  1. Felicidades, Montse. Al leerte, me estoy dando cuenta de muchas cosas en las que no había reparado y me estás abriendo vías de pensamiento que no había explorado, sólo por ello, ya te doy mil gracias. Nuestra concepción de la belleza está tan inmersa en nuestros procesos de socialización que o te paras, separas, deconstruyes y construyes o no eres capaz de discernir conceptos y asumes idearios culturales como elementos de identidad propios o ajenos (de los que si careces, excluyen)
    Si en tu vida hay un antes y después, yo te conocí en el "después". Descozco cómo eras "antes", pero siempre te he visto como una mujer admirable, aún sin conocer tu historia. Ahora me lo pareces aún más.

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  2. Mil gracias a ti, Goretti por tus palabras. Me alegro que te haya despertado interés. Todo lo que me dices, lo recibo con agrado y siempre lo tendré en cuenta.

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  3. Yo te recuerdo como una chica alegre y alocada y como no se si volvere a verte alguna vez mas en mi vida para mi sigues siendo la misma. Un beso enorme

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    1. Gracias, anónimo. Estaría bien saber quién eres. ¡Hombre! Intento ser alegre, aunque alocada sólo un poco...

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